“No puedo trabajar con este frío”
“A este paso, voy a pillar un resfriado”
“Agosto en la oficina y yo con chaqueta”
“Se me congelan las ideas”
Son comentarios más que frecuentes entre las mujeres que comparten oficina con hombres. Y es que al parecer también en esto de la temperatura ambiental somos bien diferentes y los estudios científicos lo confirman.
Generalmente las mujeres están más cómodas cuando la temperatura es algo más elevada, pero es algo que siempre se ha entendido como una simple cuestión de preferencia.
Sin embargo, resulta que no se trata únicamente de sentirse más o menos cómoda, sino que el rendimiento en disciplinas matemáticas y verbales se ve afectado por la temperatura.
Según los estudios realizados las mujeres aumentan su rendimiento en problemas matemáticos en 1.76% por cada grado de aumento en la temperatura. Curioso, ¿verdad?
Por el contrario, las capacidades cognitivas de los hombres no se ven tan afectadas por las temperaturas más altas.
Estos resultados sugieren que las oficinas mixtas (osea todas) deberían aumentar sus temperaturas para mejorar la productividad.
Por lo general, las temperaturas de las oficinas se basan en tasas metabólicas de los hombres, lo que explica porqué muchas mujeres dicen que necesitan traer chaquetas y pañuelos a la oficina para mantenerse calientes.
En muchas oficinas se fija el termostato en 21ºC basándose en una fórmula de la década de los 60 ligada a las tasas metabólicas más altas de los hombres. Desde entonces, las mujeres se han incorporado masivamente al trabajo. Muchas mujeres se preguntan ahora, por qué se da prioridad a la comodidad de los hombres sobre la suya.
Recientes investigaciones han descubierto que esas bajas temperaturas de oficina tienen un efecto muy real en las mujeres: menor productividad y rendimiento cognitivo.
La lucha por el control de la temperatura inspira un experimento científico revelador
La “batalla del termostato”, con las mujeres presionando por temperaturas entre 22º y 24º es una realidad. Realidad que impulsó un estudio conjunto de los investigadores de la Escuela de Negocios Marshall de la USC, y del Centro de Ciencias Sociales de Berlín de la WZB, en Alemania.
La idea era diseñar un experimento en el mundo real para probar el impacto de la temperatura ambiente en el rendimiento intelectual.
Para el experimento pidieron a más de 500 estudiantes universitarios que realizarán una serie de tareas cognitivas, como problemas de matemáticas y lingüísticos; después, modificaron progresivamente la temperatura aumentando desde 15º a 32º grados centígrados.
Consistía en realizar tareas relativamente simples, como sumar números de dos dígitos sin emplear calculadora, construir tantas palabras como fuera posible de entre un surtido aleatorio de letras en cinco minutos y resolver un problema lógico.
Los resultados del experimento mostraron que las mujeres trabajan mejor cuando la habitación estaba entre 22º y 24º, mientras que los hombres lo hacían mejor cuando la temperatura interior eran más baja.
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Realmente impacto de la temperatura en la productividad puede parecer pequeño, pero esas mejoras pueden suponer una diferencia considerable dentro del rendimiento del mundo laboral real.